Cuento El gato que encontró un hogar
Había una vez un gato que no tenía nombre ni hogar. Vivía en la calle, buscando comida y refugio entre los coches y los contenedores. El gato estaba siempre sucio, hambriento y asustado. No tenía amigos ni familia, y nadie se fijaba en él.
Un día, el gato vio una casa muy bonita, con luces y adornos navideños. Dentro de la casa había una familia feliz, que se reía y se abrazaba. También había un perro, que jugaba con los niños y recibía caricias y premios. El gato sintió una punzada de envidia y tristeza. ¿Por qué él no podía tener una vida así? ¿Por qué nadie lo quería?
El gato se acercó a la ventana de la casa, y miró con curiosidad. El perro lo vio, y empezó a ladrar. La familia se asomó, y vio al gato. El padre frunció el ceño, y dijo:
- ¡Fuera de aquí, gato callejero! ¡No queremos que nos molestes!
El gato se asustó, y salió corriendo. Se escondió debajo de un coche, y se echó a llorar. Se sentía solo y rechazado. Pensó que nadie lo iba a querer nunca.
Pero lo que el gato no sabía, es que en la casa de al lado vivía una niña muy especial. Se llamaba Lucía, y tenía ocho años. Lucía era una niña muy buena y cariñosa, que le gustaban mucho los animales. Ella había visto al gato desde su ventana, y se había sentido triste por él. Quería ayudarlo, y hacerlo feliz.
Lucía le pidió permiso a su madre, y salió de la casa con un plato de leche y un trozo de jamón. Buscó al gato, y lo encontró debajo del coche. Lucía se acercó con cuidado, y le dijo:
- Hola, gatito. No tengas miedo. Yo soy Lucía, y quiero ser tu amiga. Te he traído algo de comer. ¿Tienes hambre?
El gato levantó la cabeza, y vio a Lucía. Al principio, desconfió de ella. Pensó que era una trampa, o que le iba a hacer daño. Pero luego, vio su sonrisa, y oyó su voz dulce. El gato se sintió atraído por Lucía, y salió de su escondite. Se acercó al plato, y empezó a comer. Lucía lo acarició, y le dijo:
- Eres muy bonito, gatito. ¿Cómo te llamas? ¿Tienes un nombre?
El gato no tenía un nombre, pero le gustó que Lucía le hablara. Le miró con agradecimiento, y ronroneó. Lucía sonrió, y le dijo:
- Ya sé cómo te voy a llamar. Te voy a llamar Copo, porque eres blanco como la nieve. ¿Te gusta?
El gato asintió con la cabeza. Le gustaba el nombre que Lucía le había puesto. Se sentía feliz, por primera vez en su vida. Lucía lo cogió en brazos, y lo llevó a su casa. Le presentó a su madre, que también era muy buena y cariñosa. Le dijo:
- Mamá, este es Copo. Es un gato que vivía en la calle, y que estaba muy triste. ¿Podemos quedarnos con él? ¿Podemos darle un hogar?
La madre de Lucía miró al gato, y vio que era muy bonito y simpático. También vio que Lucía estaba muy ilusionada, y que quería mucho al gato. La madre de Lucía sonrió, y dijo:
- Claro que sí, hija. Podemos quedarnos con Copo. Es un regalo de Navidad para ti, y para él. Estoy segura de que seréis muy felices juntos.
Lucía abrazó a su madre, y le dio las gracias. Luego, abrazó a Copo, y le dijo:
- Bienvenido a tu nuevo hogar, Copo. Aquí te queremos, y te cuidamos. Eres parte de nuestra familia.
Copo se sintió muy feliz, y muy afortunado. Había encontrado un hogar, donde lo querían y lo cuidaban. Había encontrado una amiga, que lo hacía reír y jugar. Había encontrado una familia, que lo hacía sentir especial. Copo había encontrado el amor, y la felicidad. Y todo, gracias a Lucía.