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El Desfile de los Monstruos

Cuento El Desfile de los Monstruos

En una pequeña ciudad llamada Villa Encantada, la noche de Halloween era la más esperada por todos los habitantes. No solo porque los niños recogían dulces de puerta en puerta, sino porque esa noche tenía lugar un evento mágico y único: el Desfile de los Monstruos. En este desfile, criaturas de todo tipo salían a las calles para celebrar la festividad junto a los humanos.

Oliver, un niño tímido de ocho años, siempre había observado el desfile desde la ventana de su casa. Se maravillaba con los coloridos monstruos que bailaban y cantaban, pero nunca se atrevía a unirse. Este año, su abuela le había dado un consejo especial: “Recuerda, Oliver, a veces la valentía se encuentra donde menos la esperas”.

La noche de Halloween llegó, y Oliver se puso su disfraz de mago. Se armó de valor y salió a la calle. Al principio, se escondía entre las sombras, observando a los monstruos con cierta cautela. Había criaturas de todos los tamaños y colores: ogros sonrientes, fantasmas traviesos, brujas chistosas y esqueletos danzantes. Aunque parecían aterradores, todos llevaban una expresión de alegría y amabilidad.

De repente, un pequeño monstruo con piel verde y ojos brillantes se acercó a Oliver. “¡Hola! Me llamo Max. ¿Quieres unirte al desfile?” Oliver tragó saliva y, recordando las palabras de su abuela, decidió dar el paso. “Sí, me gustaría mucho”, respondió tímidamente.

Max tomó la mano de Oliver y lo llevó al centro del desfile. Al principio, Oliver se sentía nervioso, pero pronto se dio cuenta de que los monstruos no eran nada intimidantes. De hecho, eran muy amigables. Una bruja le enseñó a volar en su escoba, un esqueleto le mostró unos pasos de baile espeluznantes y un fantasma le contó chistes que lo hicieron reír a carcajadas.

Con cada momento que pasaba, Oliver sentía cómo su timidez se desvanecía. Se dio cuenta de que, aunque los monstruos eran diferentes, eran tan amistosos y divertidos como cualquier otra persona. Empezó a disfrutar del desfile, bailando y cantando junto a sus nuevos amigos.

La noche avanzaba, y el desfile se hacía cada vez más animado. Los habitantes de Villa Encantada salían de sus casas para unirse a la fiesta, maravillados por la energía y el entusiasmo de los monstruos y de los niños. Oliver, que al principio de la noche había sido tan tímido, ahora lideraba una pequeña banda de monstruos en una alegre danza.

Finalmente, el desfile llegó a la plaza central de la ciudad, donde una gran fogata iluminaba la noche. Los monstruos y los humanos se sentaron juntos alrededor del fuego, contando historias y compartiendo dulces. Oliver, sentado junto a Max, sintió una cálida sensación de felicidad y pertenencia.

“Gracias por invitarme, Max”, dijo Oliver con una sonrisa. “Nunca había disfrutado tanto de Halloween”.

Max sonrió de vuelta. “No hay de qué, Oliver. La valentía está en cada uno de nosotros, solo hay que encontrarla. Y tú la encontraste esta noche”.

Cuando el reloj marcó la medianoche, los monstruos comenzaron a despedirse, regresando a sus hogares mágicos. Oliver se despidió de sus nuevos amigos, prometiendo que el próximo año volvería a unirse al desfile.

Mientras caminaba de regreso a casa, Oliver sintió que algo había cambiado en él. Había descubierto que la valentía no significaba no tener miedo, sino enfrentarlo y encontrar amigos en los lugares más inesperados. Aquella noche de Halloween no solo había sido mágica por el desfile de los monstruos, sino porque había encontrado el valor dentro de sí mismo.

Y así, cada año, Oliver esperaba con ansias la noche de Halloween, no solo para ver el desfile de los monstruos, sino para unirse a sus amigos y celebrar juntos la magia de la amistad y la valentía.