Cuento El Rescate de la Madre Goblin
En un lejano y antiguo reino, donde los bosques eran densos y los castillos majestuosos, vivían dos hermanos goblins llamados Throk y Gilda. Throk, el mayor, era un goblin fuerte y valiente, siempre listo para proteger a su familia después de la muerte de su padre. Gilda, la menor, era astuta y rápida, con una habilidad innata para resolver problemas. Juntos, formaban un equipo formidable, unidos por el amor a su madre, Glenda.
Una noche oscura, mientras los hermanos dormían en su humilde cabaña, un terrible incidente ocurrió. Glenda fue secuestrada por los guardias del malvado conde Mortifer, quien la llevó a su tenebroso castillo, situado en lo más profundo del bosque encantado. Al amanecer, Throk y Gilda descubrieron la desaparición de su madre y, sin perder tiempo, decidieron emprender una misión de rescate.
El camino hacia el castillo estaba plagado de peligros y misterios. El bosque encantado era conocido por sus criaturas mágicas y trampas ocultas. Throk, con su fuerza y determinación, lideraba el camino, mientras Gilda, con su aguda mente, ideaba estrategias para superar cada obstáculo.
Tras varios días de viaje, los hermanos llegaron a un claro en el bosque donde encontraron a un anciano druida. Este druida, sabio y bondadoso, les ofreció su ayuda a cambio de una promesa: debían proteger el bosque de cualquier amenaza futura. Throk, con su corazón noble, aceptó sin dudarlo. A cambio, el druida les entregó un mapa mágico del castillo y una poción que les otorgaría fuerza y agilidad temporalmente.
Con el mapa en mano, Throk y Gilda continuaron su viaje. Pronto llegaron a la entrada del castillo de Mortifer, una fortaleza imponente rodeada de fosos y guardias. Gilda, usando su ingenio, ideó un plan para distraer a los guardias mientras Throk buscaba una entrada secreta. Con movimientos rápidos y precisos, Gilda atrajo la atención de los guardias con ruidos y sombras, permitiendo a Throk encontrar una pequeña puerta oculta detrás de unas enredaderas.
Una vez dentro, los hermanos avanzaron por los oscuros y fríos pasillos del castillo. El aire estaba cargado de humedad y la luz era escasa, apenas suficiente para distinguir las formas en la penumbra. Throk mantenía a Gilda cerca, protegiéndola de cualquier peligro que pudiese surgir.
De repente, un ruido sordo resonó en la distancia. Los hermanos se escondieron tras una columna mientras un par de guardias patrullaban cerca. Throk, con un gesto silencioso, señaló a Gilda que debían seguir adelante. Moviéndose con sigilo, lograron evitar a los guardias y llegaron a una gran puerta de hierro. Según el mapa del druida, detrás de esa puerta se encontraba el calabozo donde Glenda estaba prisionera.
Para abrir la puerta, necesitaban una llave que colgaba del cinturón de un guardia dormido en una habitación cercana. Gilda, con su habilidad para el sigilo, se deslizó dentro de la habitación y, con sumo cuidado, tomó la llave sin despertar al guardia. Volvió corriendo hacia Throk y, juntos, abrieron la pesada puerta de hierro.
El calabozo era un lugar oscuro y lúgubre. Las celdas estaban llenas de prisioneros desafortunados, pero los ojos de los hermanos sólo buscaban a una persona: su madre. Al final del pasillo, encontraron a Glenda, encadenada y debilitada, pero viva. Throk, con lágrimas en los ojos, rompió las cadenas con su fuerza mientras Gilda consolaba a su madre.
“Sabía que vendrían por mí”, susurró Glenda, con una voz apenas audible. Throk y Gilda la ayudaron a ponerse de pie y, con la poción del druida, recuperó algo de su fuerza para caminar.
El escape del castillo fue tan desafiante como la entrada. Los guardias habían sido alertados y los hermanos tuvieron que luchar y esquivar con todas sus fuerzas. Throk, con su fuerza renovada, enfrentaba a los guardias, mientras Gilda guiaba a su madre por los pasadizos oscuros. La unión y el trabajo en equipo de los hermanos fueron cruciales en cada paso del camino.
Finalmente, después de una intensa lucha y muchas estrechas escapatorias, los hermanos y su madre lograron salir del castillo y regresar al bosque. El druida, esperando su regreso, cumplió su promesa de ayudarlos una última vez, guiándolos a través del bosque hasta la seguridad de su hogar.
De vuelta en su cabaña, Throk y Gilda cuidaron de su madre hasta que recuperó toda su fuerza. A partir de ese día, la familia goblin vivió unida y en paz, protegida por el bosque y el druida que tanto les había ayudado. Y siempre recordaron que, sin importar los desafíos, la unión y el amor de los hermanos podían superar cualquier obstáculo.
En este cuento, los hermanos Throk y Gilda demostraron que la verdadera fuerza reside en la unión familiar y el coraje para enfrentar cualquier adversidad juntos.