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Cuento El murciélago que aprendió a volar

Ilustración de un pájaro amarillo volando en un cielo nocturno con flores y estrellas

Érase una vez, en una cueva oscura y húmeda, un murciélago que no sabía volar. Se llamaba Bati y era el único de su familia que no podía salir a cazar insectos por la noche. Bati se sentía triste y avergonzado, y se escondía en un rincón de la cueva mientras los demás murciélagos se divertían en el cielo.

Un día, Bati escuchó un zumbido cerca de su oreja. Era un colibrí que se había perdido y había entrado en la cueva por curiosidad. Se llamaba Coli y era muy pequeño y colorido. Coli se sorprendió al ver a Bati y le preguntó:

      • ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar volando con tus amigos?

      • No puedo volar – respondió Bati con tristeza -. No sé cómo hacerlo.

    • ¿Cómo que no sabes? – exclamó Coli -. ¡Volar es lo más fácil y divertido del mundo! Yo te puedo enseñar, si quieres.

Bati se animó un poco y aceptó la oferta de Coli. Así que el colibrí le explicó al murciélago cómo mover sus alas, cómo controlar su equilibrio, cómo evitar los obstáculos y cómo orientarse en la oscuridad. Bati se esforzó mucho y siguió los consejos de Coli, pero no lograba levantar el vuelo. Cada vez que lo intentaba, se caía al suelo o se chocaba contra la pared.

      • No te desanimes – le animaba Coli -. Tienes que tener paciencia y confianza. Volar es como un arte, se necesita práctica y creatividad.

      • ¿Creatividad? – preguntó Bati -. ¿Qué tiene que ver eso con volar?

    • Pues mucho – respondió Coli -. Volar no es solo un movimiento físico, es también una expresión de tu personalidad. Tienes que imaginar que eres libre, que puedes ir a donde quieras, que puedes ver el mundo desde otra perspectiva. Tienes que sentir el viento en tu cara, el sol en tu espalda, el aroma de las flores, el canto de los pájaros. Tienes que disfrutar de volar, no solo hacerlo por necesidad.

Bati se quedó pensativo y trató de seguir el consejo de Coli. Cerró los ojos y se imaginó que era un pájaro, que podía surcar el cielo con gracia y velocidad, que podía admirar la belleza de la naturaleza, que podía sentirse feliz y orgulloso. Entonces, abrió los ojos y movió sus alas con fuerza y ritmo. Para su sorpresa, se elevó del suelo y empezó a volar. Bati no podía creerlo, lo había conseguido. Se sintió tan emocionado que soltó un grito de alegría.

      • ¡Lo lograste! – exclamó Coli -. ¡Estás volando!

      • ¡Sí, estoy volando! – gritó Bati -. ¡Gracias, Coli, gracias por enseñarme!

      • De nada, Bati, de nada – dijo Coli -. Me alegro mucho por ti. Ahora puedes salir de la cueva y explorar el mundo. ¿Quieres que te acompañe?

      • Sí, por favor – respondió Bati -. Me gustaría que fueras mi amigo.

    • Y yo el tuyo – dijo Coli -. Vamos, sigamos volando juntos.

Y así fue como Bati y Coli se hicieron amigos inseparables y vivieron muchas aventuras volando por el mundo. Bati aprendió a volar y a ser feliz, y Coli aprendió a valorar la amistad y la diversidad. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.