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El Mono Travieso

Cuento: El Mono Travieso

En un rincón del zoológico, rodeado de árboles y enredaderas, vivía un mono muy especial llamado Max. Max era conocido por ser travieso y curioso. Pasaba sus días saltando de rama en rama, haciendo piruetas y jugando con los otros animales del zoológico. Pero, aunque Max tenía amigos y siempre encontraba algo con qué divertirse, en el fondo de su corazón sentía que algo le faltaba.

Max había llegado al zoológico cuando era muy pequeño, después de haber sido rescatado de un cazador en el Amazonas. Aunque la vida en el zoológico era cómoda, Max nunca pudo olvidar las historias que su madre le contaba sobre la selva, su verdadero hogar. Soñaba con el día en que pudiera volver a correr libre entre los árboles del Amazonas, con su familia.

Una noche, mientras el zoológico dormía bajo el manto de estrellas, Max decidió que había llegado el momento de hacer realidad su sueño. Con mucho sigilo, observó cómo los guardias hacían sus rondas nocturnas. Sabía que tenía que ser rápido y silencioso. Utilizando sus ágiles patas, trepó la cerca del recinto y se deslizó hacia la libertad.

La gran ciudad se alzaba ante él, con sus altos edificios y calles bulliciosas. Todo era nuevo y emocionante para Max, pero también un poco aterrador. Tenía que encontrar la manera de llegar al puerto, donde podría subirse a un barco que lo llevara a Brasil. Moviéndose de tejado en tejado, Max evitaba ser visto por la gente y buscaba la dirección correcta.

Una tarde, después de muchos días de aventura en la ciudad, Max llegó finalmente al puerto. Observó los enormes barcos y la gente trabajando sin descanso. Decidió que su mejor oportunidad era esconderse en uno de los cargamentos de bananas que iban a ser transportados a Brasil. Con mucho cuidado, se coló en una caja y se preparó para el largo viaje.

El mar se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Desde su escondite, Max podía escuchar el sonido de las olas golpeando el casco del barco. Pasaron los días, y aunque el viaje fue incómodo, Max no perdió la esperanza. Se mantenía ocupado pensando en la selva y en cómo sería reencontrarse con su familia.

Después de lo que parecieron semanas, el barco finalmente llegó a Brasil. Cuando los trabajadores comenzaron a descargar la mercancía, Max aprovechó un momento de distracción para escapar de la caja y saltar al muelle. El aire cálido y húmedo del Amazonas le recordó instantáneamente a su hogar.

Max comenzó su travesía por la selva, guiado por los sonidos familiares y los aromas de la naturaleza. A pesar de haber pasado tanto tiempo lejos, su instinto le ayudó a encontrar el camino. Subía por los árboles y se deslizaba por las lianas con una alegría que no había sentido en años.

Un día, mientras exploraba una parte de la selva que le parecía especialmente familiar, escuchó unos sonidos que hicieron que su corazón latiera más rápido. Eran los llamados de su familia. Siguiendo esos sonidos, Max llegó a un claro donde, para su sorpresa y felicidad, vio a su madre y a sus hermanos.

La reunión fue emotiva. Su madre, con lágrimas de alegría en los ojos, lo abrazó fuertemente. Sus hermanos saltaron a su alrededor, emocionados de volver a ver a Max después de tanto tiempo. La familia de Max lo recibió con los brazos abiertos, y él les contó todas sus aventuras en el zoológico y su increíble viaje de regreso a casa.

Finalmente, Max estaba donde siempre había soñado estar, en el corazón del Amazonas, con su familia. La selva le daba la bienvenida con sus colores vibrantes, sonidos y la libertad que tanto anhelaba. Y aunque su vida en el zoológico había sido buena, Max sabía que no había lugar como el hogar.

Desde ese día, Max vivió felizmente en la selva, haciendo travesuras y explorando cada rincón del Amazonas con su familia. Nunca olvidó su tiempo en el zoológico, pero ahora, con el viento de la selva acariciando su pelaje y el canto de los pájaros como su banda sonora diaria, Max sabía que estaba exactamente donde debía estar.

FIN