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El Dragón que Soñaba con Volar

Cuento El Dragón que Soñaba con Volar

En un lejano valle rodeado de altas montañas, vivía un pequeño dragón llamado Drako. Drako era diferente a los otros dragones de su especie. Mientras que sus hermanos y amigos podían alzar el vuelo con majestuosidad, surcando los cielos con facilidad, Drako tenía unas alas que no le permitían despegarse del suelo. Esta diferencia lo llenaba de tristeza, pues soñaba con volar tan alto como las nubes y sentir el viento en su rostro.

Un día, mientras Drako observaba a sus amigos volar, se acercaron a él tres de sus más cercanos compañeros: Lila, una ágil dragona de color lila; Brutus, un robusto dragón rojo; y Spark, un pequeño y rápido dragón verde. Ellos sabían lo mucho que Drako deseaba volar y estaban dispuestos a ayudarlo.

“Drako, sabemos lo mucho que te gustaría volar,” dijo Lila con una sonrisa cálida. “No te preocupes, encontraremos una manera para que puedas disfrutar del cielo con nosotros.”

Al día siguiente, Lila, Brutus y Spark llevaron a Drako a un prado donde solían jugar. “Primero, intentaremos fortalecer tus alas,” dijo Brutus con determinación. Comenzaron con ejercicios simples: batir las alas, saltar y planear desde pequeñas alturas. Aunque Drako no lograba despegar del suelo, sentía que sus alas se volvían más fuertes con cada intento.

Pasaron varias semanas practicando. Drako aún no podía volar, pero sus amigos no se rindieron. “Quizás, si no podemos hacer que vueles, podamos encontrar otra manera de que disfrutes del cielo,” sugirió Spark un día, con sus ojos brillando de emoción.

Los cuatro dragones comenzaron a construir una especie de catapulta gigante. Con mucho esfuerzo y trabajo en equipo, lograron terminarla en pocos días. “¡Listo, Drako! Esto te ayudará a sentir la emoción de volar,” dijo Lila emocionada.

Drako subió a la catapulta con cierta aprensión. Brutus le dio una señal y, en un instante, Drako fue lanzado al aire. Aunque no era lo mismo que volar por sí mismo, Drako sintió la brisa en su rostro y la libertad de estar en el cielo, aunque fuera por unos segundos.

A pesar de sus diferencias, Drako aprendió a disfrutar de sus propias habilidades. Descubrió que podía correr más rápido que cualquier otro dragón y que su fuerza en tierra era impresionante. Con el apoyo de sus amigos, aceptó que ser diferente no era algo malo, sino una oportunidad para encontrar su propio camino.

Pasaron los días, y aunque Drako disfrutaba de los lanzamientos desde la catapulta, aún anhelaba la libertad de volar por sí mismo. Una tarde, mientras descansaba en el prado, Spark se le acercó con una idea. “Drako, ¿has pensado en cómo podrías usar tus habilidades únicas para volar de una manera diferente?”

Drako lo miró con curiosidad. Spark continuó: “Tienes una gran fuerza en tus patas y una velocidad increíble. ¿Qué tal si usamos eso a nuestro favor?”

Intrigado, Drako decidió intentarlo. Con la ayuda de sus amigos, diseñaron un plan. Usarían su fuerza y velocidad para correr y saltar desde una colina, esperando que la combinación de su impulso y el viento le permitiera planear un poco más.

Al día siguiente, se reunieron en una colina alta. Drako estaba nervioso pero decidido. Lila, Brutus y Spark lo animaron con entusiasmo. “¡Tú puedes, Drako!”, gritaron al unísono.

Drako comenzó a correr con todas sus fuerzas, sintiendo cómo sus patas golpeaban el suelo con potencia. Al llegar al borde de la colina, saltó con todas sus fuerzas y extendió sus alas. Para su sorpresa, el viento lo levantó y, aunque solo fue por unos segundos, Drako logró planear.

La emoción fue indescriptible. Aunque no fue un vuelo largo, fue suficiente para que Drako sintiera que podía lograrlo. Con la práctica constante, Drako aprendió a usar su velocidad y fuerza para planear cada vez más lejos. No volaba como los otros dragones, pero eso no importaba. Había encontrado su propia manera de disfrutar del cielo.

Con el tiempo, Drako se convirtió en un ejemplo para otros dragones que también tenían dificultades. Enseñó que no importaba ser diferente, sino encontrar y valorar las propias habilidades. Y siempre, con sus amigos a su lado, supo que podía superar cualquier obstáculo.

Drako ya no soñaba con volar como los demás; ahora, vivía su sueño a su manera, sabiendo que era único y especial.