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Cuento: Los Deseos de los Copos de Nieve

Cuento: Los Deseos de los Copos de Nieve

En el pintoresco pueblo de Nevonia, la Navidad siempre había sido una época especial. Las casas se decoraban con luces brillantes, y los villancicos resonaban en las calles cubiertas de nieve. Pero este año, algo aún más mágico estaba a punto de suceder.

Tomás, un niño de diez años con una imaginación desbordante, adoraba jugar en la nieve. Pasaba horas construyendo muñecos de nieve y deslizando su trineo por las colinas. Una noche, justo antes de Navidad, mientras miraba los copos de nieve caer desde su ventana, notó algo extraño. Podía escuchar susurros suaves, como si los copos de nieve estuvieran hablando entre ellos.

Intrigado, salió al jardín y se quedó quieto, dejando que los copos de nieve cayeran sobre él. Al hacerlo, escuchó claramente una voz delicada. “Deseo que todos en el pueblo tengan suficiente comida para esta Navidad,” dijo uno de los copos.

Tomás se sorprendió. “¿Quién eres?” preguntó en voz baja.

“Soy un copo de nieve,” respondió la voz, “y cada uno de nosotros lleva un deseo de Navidad. Este año, tú puedes escucharnos. Ayúdanos a cumplir estos deseos y traerás alegría y esperanza a Nevonia.”

Tomás, asombrado y emocionado, decidió que haría todo lo posible para cumplir esos deseos. Corrió de vuelta a su casa y escribió en un cuaderno cada deseo que escuchaba. Al día siguiente, compartió su descubrimiento con sus amigos Ana, Lucas y María.

“¡Vamos a hacer que estos deseos se hagan realidad!” dijo Tomás, lleno de determinación.

Los niños se dividieron las tareas. Lucas se encargó de recolectar alimentos y organizar una cena comunitaria en la plaza del pueblo. Con la ayuda de sus padres, recolectaron donaciones de comida de todas las casas, asegurándose de que nadie se quedara sin un banquete navideño.

Ana, con su habilidad para las manualidades, decidió hacer regalos para los niños que no podían permitirse juguetes. Pasó días tejiendo bufandas y guantes, y fabricando juguetes de madera junto con su abuelo. María, que tenía un don para la música, organizó un concierto navideño con su coro escolar, llenando el aire con melodías festivas.

Tomás, mientras tanto, se dedicó a los deseos más difíciles. Había escuchado a un copo de nieve desear que el anciano señor Rodríguez, que vivía solo, tuviera compañía en Navidad. Tomás y sus amigos lo invitaron a unirse a sus familias para la cena comunitaria, asegurándose de que se sintiera querido y acompañado.

Otro copo de nieve había deseado que el parque del pueblo, que estaba en mal estado, fuera reparado para que los niños pudieran jugar allí de nuevo. Tomás habló con el alcalde y organizaron un grupo de voluntarios para limpiar y decorar el parque, convirtiéndolo en un lugar mágico lleno de luces y adornos navideños.

Finalmente, la Nochebuena llegó. La plaza del pueblo estaba iluminada y decorada de manera espectacular. Las mesas estaban llenas de comida, y los aldeanos se reunían para celebrar juntos. Los niños corrían felices con sus nuevos juguetes, y la música llenaba el aire, creando un ambiente de alegría y unidad.

El señor Rodríguez, con lágrimas en los ojos, agradeció a Tomás y a sus amigos por su bondad. “Nunca había sentido un espíritu navideño tan fuerte,” dijo, conmovido.

Tomás sonrió, sabiendo que habían logrado algo maravilloso. Los deseos de los copos de nieve se habían cumplido, trayendo una Navidad llena de amor y esperanza a Nevonia. Mientras observaba a la gente celebrar, sintió una brisa fría y escuchó nuevamente el susurro de los copos de nieve.

“Gracias, Tomás,” dijeron las voces en un susurro armonioso. “Has traído la verdadera magia de la Navidad a tu pueblo.”

Esa noche, Tomás se acostó sabiendo que había hecho una diferencia. Había aprendido que la generosidad y el amor son los verdaderos regalos de Navidad, y que incluso los deseos más pequeños pueden tener un gran impacto.

Desde entonces, cada Navidad, Tomás y sus amigos escuchaban los susurros de los copos de nieve, listos para cumplir los deseos y mantener viva la magia en Nevonia. Y así, el espíritu de la Navidad perduraba, recordando a todos que la verdadera magia está en los actos de bondad y en los corazones generosos.

FIN