Cuento: La Navidad en la Tierra de los Dulces
Era la víspera de Navidad, y Tomás, un niño de diez años con una gran pasión por los dulces, estaba ansioso por la llegada de Santa Claus. Mientras se acomodaba en su cama, con el aroma del chocolate caliente aún en el aire, cerró los ojos y deseó poder vivir una aventura mágica. Poco sabía él que su deseo estaba a punto de cumplirse de una manera increíble.
De repente, Tomás sintió que algo extraño ocurría. Abrió los ojos y se encontró en un lugar completamente diferente. Estaba en una tierra hecha de dulces: los caminos eran de regaliz, los árboles de bastones de caramelo, y las casas de jengibre decoradas con chispas de colores. A su alrededor, pequeños habitantes hechos de caramelos y galletas lo miraban con curiosidad.
“¡Bienvenido a la Tierra de los Dulces!” dijo una galleta de jengibre con voz amistosa. “Soy Gingi, y necesitamos tu ayuda.”
Tomás, asombrado pero emocionado, preguntó: “¿Qué sucede aquí?”
Gingi explicó que un grupo de duendes traviesos había llegado a la Tierra de los Dulces con la intención de arruinar la Navidad. Estaban robando dulces y destruyendo decoraciones, sembrando el caos por doquier. “Si no hacemos algo, arruinarán nuestra Navidad,” dijo Gingi con tristeza.
Determinado a ayudar, Tomás se unió a los habitantes de la Tierra de los Dulces para planear una defensa. Recorrieron el lugar, organizando a los habitantes y preparando trampas dulces para los duendes. Usaron chocolate líquido para crear charcos pegajosos y montañas de malvaviscos para bloquear los caminos.
Esa noche, mientras las estrellas brillaban en el cielo de azúcar glasé, los duendes hicieron su aparición, riendo y haciendo travesuras. Pero no contaban con la astucia de Tomás y sus nuevos amigos. Al intentar cruzar los charcos de chocolate, quedaron atrapados y pegajosos. Los habitantes de la Tierra de los Dulces los rodearon rápidamente.
“¡No podéis arruinar nuestra Navidad!” exclamó Tomás con valentía.
Los duendes, sorprendidos y avergonzados, se disculparon. “Solo queríamos divertirnos,” dijo uno de ellos. “No sabíamos cuánto significaba esto para vosotros.”
Gingi, siempre el más amable, respondió: “La Navidad es un tiempo para compartir y celebrar juntos. Si queréis, podéis uniros a nosotros en nuestra celebración, pero debéis prometer que no causaréis más problemas.”
Los duendes aceptaron con gratitud, y juntos comenzaron a reparar los daños. Decoraron los árboles con nuevos bastones de caramelo, colgaron guirnaldas de galletas y encendieron luces brillantes por todo el lugar. Poco a poco, la Tierra de los Dulces volvió a ser un lugar mágico y festivo.
Al ver a todos trabajar juntos, Tomás sintió una calidez en su corazón. Había aprendido una valiosa lección sobre la importancia de la cooperación y la generosidad. Los duendes, ahora amigos, mostraron su gratitud preparando un banquete de dulces, donde todos disfrutaron de chocolate caliente, pasteles y caramelos.
Mientras la celebración continuaba, Gingi se acercó a Tomás. “Gracias por tu ayuda, Tomás. Nos has mostrado el verdadero espíritu de la Navidad.”
Tomás sonrió. “Yo también he aprendido mucho. La Navidad es más especial cuando la compartimos con los demás.”
Justo antes de la medianoche, Tomás sintió una ligera brisa mágica a su alrededor. Sabía que era hora de regresar a casa. Se despidió de sus nuevos amigos y cerró los ojos, deseando volver.
Cuando abrió los ojos, estaba de nuevo en su cama, en su casa. Podía oír el suave tintineo de los cascabeles del trineo de Santa Claus en la distancia. Se levantó y miró por la ventana, recordando su increíble aventura en la Tierra de los Dulces.
Esa mañana de Navidad, Tomás compartió su historia con su familia, quienes escucharon con asombro y alegría. Aunque sabían que era un sueño mágico, todos sintieron el espíritu de la Navidad más fuerte que nunca.
Y así, cada año, Tomás recordaba su aventura y la lección que había aprendido. La Navidad en la Tierra de los Dulces se convirtió en un tesoro en su corazón, un recordatorio de que la verdadera magia de la Navidad está en la generosidad, la cooperación y la alegría compartida con los demás.
FIN